Por: Roxana Quintana
Después de viajar un poco más de 20 minutos en el auto gris donde las gotas de agua nos acompañaron constantemente, cortesía del clima pereirano, llegamos hasta el parque Consotá, en inmediaciones a Cerritos en Pereira.
Nos desanimamos pensando que la lluvia no permitiría que tuviéramos una grata experiencia, pero la belleza de sus paisajes y la alegría de su gente no se dejaron opacar. Al entrar al parque, propiedad de Comfamiliar Risaralda, lo primero que vimos fueron unas jugosas y frescas frutas que llenaban el lugar de vistosos colores y sabrosos olores, los cuales no pudimos resistir, cayendo en la tentación de probarlas.
Al avanzar en nuestro recorrido se oían voces de alegría y siguiendo el sonido, llegamos a las canchas deportivas donde muchos pequeños, a pesar de la lluvia, entrenaban gracias a un gran techo que los protegía, alegres, enérgicos y algunos con muestras de cansancio dando su mejor esfuerzo.
El tiempo parecía que se hubiese detenido, quizás por las ansias de que el reloj marcara las 11:30 am, para disfrutar de la caminata por el Parque de la Memoria Indígena que rinde culto al legado de las más importantes tribus aborígenes de nuestro país. Esperamos 30 minutos en la entrada hasta que llegó el momento. Las puertas se abrieron y nos recibió el guía con una calurosa bienvenida, para llevarnos por cada una de las 6 principales culturas precolombinas y conocer la historia de una manera vivencial rodeados de bosques húmedos, cabañas y chozas de tamaño real, que nos hicieron sentir parte de ellas.
Después de salir de este increíble viaje, nos recibió otro espacio donde el tiempo jamás transcurrió, la réplica de Pereira en 1930, el parque El Lago, antes apodado el «parque de los novios?. La Calle Real con sus pisos en piedra, las casas tradicionales y los lugares más característicos, entre ellos la barbería, la compra de café, la tienda, la iglesia, la fonda típica, lugares que evocan historias y anécdotas interminables.
Definitivamente nuestra experiencia en el parque Consotá fue algo mágico lleno de sabores, paisajes, y con falta de tiempo, pues no nos alcanzó para vivir el ambiente de alegría color y aventura que ofrecen otros espacios como la vida de campo en la granja de Noé, el gigantesco parque Acuático con su descomunal piscina de olas y el rio lento, y el relax de navegar por las calmadas aguas de sus lagos que ven adornados magistralmente por hermosos puentes de guadua presa fácil de una bella postal fotográfica en medio de los atardeceres que con frecuencia ofrece el resplandor del sol en esta zona privilegiada del Paisaje Cafetero Colombiano.
Sin duda, un lugar que lo tiene todo, un lugar para recordar, para alojarse en las más cómodas cabañas. Que que no es solo para niños o para adultos, sino un lugar para compartir en familia y mostrar con orgullo al turismo nacional e internacional.










