No ha sido fácil y seguramente no lo será adaptarnos a esta nueva normalidad que nos impuso la pandemia del Covid19. Y mucho menos aún lo será para un sector que como el turístico ofrece los mayores riesgos, si no se toman las prevenciones del caso.
Las aglomeraciones o ríos humanos que vimos que pueblos de encanto como Salento y Filandia en la pasada temporada de Semana Santa son el fiel reflejo de que la situación de contagio que vive el país y el mundo no resisten situaciones de esta índole. Es claro que no podemos salir como lo hacíamos antes.
Esta tercera ola de contagios masivos que experimenta el país, la región y otras naciones del mundo nos deben poner a reflexionar sobre la manera como tanto operadores de la cadena turística como quienes disfrutan del turismo, deben comportarse con la mayor responsabilidad posible frente a esta emergencia sanitaria.
Turismo responsable y bioseguro, esta debe ser la consigna de ambos actores. De lo contrario el viacrucis que vivimos en Semana Santa se va a prolongar por muchos meses más y ahí será Troya o el acabose para muchos empresarios que no tendrán opción distinta que el cierre de sus establecimientos o servicios.
A los turistas que llegan a recorrer nuestro Paisaje Cultural Cafetero y todo su encanto les cabe también una inmensa responsabilidad para que su experiencia sea confiable y biosegura, y ante todo que vivan con profundidad plena el elixir del relax y la comunión divina de este paraíso verde ambientado además por el colorido y la sinfonía de los trinos de las cientos de aves que surcan nuestros cielos.
No a las aglomeraciones. Si al uso constante del tapabocas y al frecuente lavado de manos. Son normas elementales que nos permitirán tener una experiencia placentera e inolvidable en esta tierra privilegiada con tantas maravillas. Vivir, recorrer, sentir y activar nuestros 5 sentidos, esa es la magia que emana fácilmente de este territorio declarado no en vano por la Unesco, como Patrimonio Cultural de la Humanidad.
FABIO CASTAÑO MOLINA
Director.