El color violeta del tinte que oculta sus canas combina perfectamente con su blusa estampada de flores. Su pantalón blanco está impecable, aunque lleva trabajando toda la mañana con la guadua, ese elemento tan característico de la región cafetera. Mientras sigue manejando con destreza las herramientas, Julieta Puerta cuenta anécdotas mágicas que le han sucedido durante los últimos 15 años, especialmente después del terremoto que afectó a todo el eje cafetero en 1999.
Llevaba solo un mes en su nueva casa, cuando el terremoto hizo que su almacén de artesanías en bambú – guadua, ubicado en Córdoba, Quindío, quedara completamente destrozado. En medio del caos y de la tragedia, su esposo construyó un rancho al lado del árbol más grande del parque para que ella ofreciera la poca mercancía que rescató y que tenía posibilidad de ofrecer a quienes llegaran a ayudar al pueblo.
Un día cualquiera, mientras construía las artesanías que reflejan su talento, llegó un miembro de la Cruz Roja con su esposa y compraron todos los artículos. Mientras se ríe al recordar a la gente diciendo que los habían embargado porque se habían quedado sin artesanías, doña Julieta piensa en aquel funcionario que le compró todos los elementos que tenía al alcance.
Doña Julieta viene de una familia trabajadora y constante que, a los pocos años de vida, la trajo a Córdoba, su tierra amada. En este pueblo conoció la felicidad, el amor y la pasión. Tiene 58 años y 22 de ellos ha trabajado con la guadua, esa pieza tan fundamental en la colonización y que aún hoy en día, tiene más de mil usos registrados en el país. “Empecé a trabajar con la guadua, pero no me gustaba. Ahora ya me gusta, porque con esto tengo mucho o por lo menos, tengo mi casa de dos plantas, mis almacenes, mi taller y le di estudio a mi hijo”, dice doña Julieta, entre las pausas necesarias para prestar atención al objeto que trabaja.
Se ve la pasión que pone al crear esos pequeños aretes con palitos de guadua que le toman 15 minutos y suele vender en sus almacenes. Después de pensarlo, afirma que los más complicados de hacer son los collares, que le toman una hora y que, lo más grande, son las bandejas y licoreras que le llevan dos o tres días de trabajo y debe realizarlos con la guadua gruesa.
Como buena emprendedora, dice que, si se dedica a trabajar constantemente y a abrir el negocio sin dudar, le va bien. “Me gusta trabajar porque son muy buenos los resultados” dice doña Julieta al hablar sobre sus artesanías con el bambú-guadua. Es una mujer trabajadora y optimista. Con su cabello llamativo y una sonrisa un poco tímida, sigue construyendo manillas, lapiceros, collares, aretes y portavasos.
Como ella, muchas artesanas, recolectoras de café, cocineras y demás mujeres, se convierten en una viva muestra de lo que se construye en este Paisaje Cultural Cafetero con los elementos que se tienen cerca del entorno. Doña Julieta se despide, pero afirma que quiere seguir viviendo en Córdoba hasta el día en que muera, por todas las bendiciones y felicidades que este pueblo y región le han traído.