En una plaza de mercado como la de Santa Rosa de Cabal, Pijao o Santuario, usted puede probar la dulcería a base de panela, aprender de plantas medicinales con los hierbateros, conocer los ingredientes de la culinaria local y aprender sus nombres.
Martha Lucía Londoño es una cocinera que deleita a locales y turistas con sus exquisitas versiones de las recetas tradicionales del Paisaje Cultural Cafetero (PCC). Tiene un pequeño local en la plaza de mercado de Santa Rosa de Cabal y se precia de haber sido referenciada en una crónica para el Magazín cultural de El Espectador por nada más ni nada menos que Leonor Espinoza, la chef colombiana que en 2022 obtuvo el premio a la mejor chef femenina del mundo. De los platos de “La Mona” como todos le dicen a Martha, Leonor dijo: “la sazón de cada uno resguardó de júbilo mi paladar”
La historia de Leonor es una muestra de que en el PCC estamos llenos de pequeñas sorpresas. Es que además de atractivos como los parques temáticos, coffee tours, y otras experiencias, un magnífico plan consiste en observar y comprender el universo de cosas de que está compuesta la vida de los cafeteros.
Un aspecto significativo de la región es la posibilidad de disfrutar de actividades en el ámbito rural y en poco tiempo poder caminar por hermosos pueblos sobre empinadas montañas y visitar las iglesias que no faltan en cada comunidad, dar una vuelta por el cementerio, visitar talleres de artesanos y conocer sobre varios oficios.
En una plaza de mercado como la de Santa Rosa de Cabal, Pijao o Santuario, usted puede probar la dulcería a base de panela, aprender de plantas medicinales con los hierbateros, conocer los ingredientes de la culinaria local y aprender sus nombres. También puede visitar fincas tradicionales y pasar un rato con los campesinos aprendiendo de las labores de producción de plátano, café, frutales. En las cocinas puede fritar tajadas con la mano en la cintura y aprender recetas con plátano, también puede averiguar qué plantas siembran las señoras y cómo las cuidan o por cuánto tiempo se deben pitar los fríjoles para que estén a punto.
El paisaje cafetero colombiano es encantador porque vivir su cotidianidad implica exponerse a una realidad compleja, que no ausente de conflictos intriga por su riqueza, por la calidez de su gente y por la particular relación que los pobladores han establecido con la naturaleza. En este paisaje “caminamos por la calle y hay limones, naranjas, papayas, ¡hay frutas creciendo en las calles! ¡Eso es muy exótico para mí!” me dijo una vez Roger, un amigo sueco que decidió quedarse en el PCC un poco más.
En los municipios de Pijao, El Cairo y en Salamina, los habitantes resguardan con orgullo sus tradicionales viviendas decoradas con coloridas buganvilias, o novios como le decimos por acá. En Marsella decenas de niños hacen retumbar la casa de la cultura para pasar la tarde aprendiendo diversas artes, en la casa de la cultura de Filandia tienen una sorprendente exposición con la memoria fotográfica de los más asombrosos personajes y en Cartago se pueden comer las más deliciosas ensaladas de frutas para superar el sopor de la tarde mientras se aprecian espléndidos edificios antiguos de una población con una interesante historia colonial.
A casi doce años de la declaratoria como patrimonio de la humanidad, el Paisaje Cultural Cafetero se ha posicionado como un destino turístico excepcional y cada vez más ofrece mejores experiencias basadas en la cultura local, las tradiciones, la biodiversidad y el paisaje. Explorar el paisaje y descubrir los secretos más íntimos de la cultura cafetera, implica internarse en la vida cotidiana de pobladores que con sus tradiciones arquitectónicas, productivas y comportamentales han enriquecido un territorio dominado por la cordillera de los Andes. En jeep, en chiva o a pie, usted puede descubrir los secretos de esta gente de café.