Sé de quienes con ahínco y esmero recorrieron las rutas del cóndor que recorre el Parque Nacional Natural de los Nevados y comunica sus picos como pichones de águila en su nido, esperando los pasos del viajero que nutren su existir con historias y leyendas de la majestuosa inmensidad que cubre sus cumbres y valles.
TEXTOS Y FOTOS: Eduardo Angarita Muñoz
Pero hay rutas inconclusas, atajos desconocidos, senderos que se abren a los pies de quien los sigue. Esta no es la historia del turismo popular de un parque, es la historia de apenas una de las muchas formas que existen para conocerlo. Aquí, queridos amigos, les hablo de la ruta que desde El Cedral nos lleva hasta el tesoro hídrico de la ciudad de Pereira, la Laguna del Otún, pasando por la vereda El Jordán, siguiendo el lecho del río que baña y nutre los hijos de La Perla, El Río Otún.
El viaje inicia con un recorrido en un vehículo tradicional de la cultura paisa: dos horas en chiva desde la Plaza Cívica Ciudad Victoria hasta El Cedral (pasando de los 1.450msnm de Pereira hasta los 2.000msnm del bosque húmedo tropical que rodea la zona del cedral). A partir de este punto, no hay señal en los celulares y el camino restringe el paso a los vehículos. Humanos y animales tienen el privilegio de ser sus únicos caminantes. Únicos recurrentes de una senda que desde tiempo atrás permanece suspendida en el tiempo. Una de las muchas sendas usadas por los colonizadores para conocer las montañas y sus interiores, y, seguramente, de los nativos previos a lo que hoy conocemos como civilización.
Es aquí donde comienza una lista de los cuatro aspectos más absorbentes del lugar.
Un camino forjado a herradura y machete, donde sólo llegan personas y animales como mulas, caballos y asnos. Donde la señal de las telecomunicaciones escasamente rinde para un pequeño radio y llamadas de celular en contados puntos del camino, la consecución de recursos, provisiones y servicios es un asunto complicado. La principal ruta de comercio y comunicación es el punto donde la chiva termina su recorrido, donde se entregan productos como leche y quesos que serán vendidos en Pereira o en puntos dispersos en el camino. Estos, junto con la atención de los foráneos, representan su principal y casi exclusiva fuente de ingresos.
Al estilo de un ermitaño, las personas conocen poco del mundo exterior, su cotidianidad se limita a un pequeño radio, a las montañas, el viento y la lluvia, cultivos precarios, contados animales de abasto y a los visitantes que buscan escapar de la cotidianidad contraria, esa otra ruidosa y estrepitosa que aturde y opaca el sentir de los pequeños placeres de la vida. Es envolvente el silencio de la montaña, donde únicamente tienes el viento, tus pulmones y tu corazón emitiendo algún sonido, es cautivante, extrañamente atractivo y seductor, lo describiría como un portal que te aleja necesariamente de la realidad y te conecta con lo que verdaderamente eres.
Los dos flancos de una montaña, que ante unos se muestra hermosa y delicadamente esculpida, a otros maltrata y calla su dolor. Las épocas duras son comunes, el alimento escasea y el dinero no brota de los caminos en todas las estaciones, algunas fechas son buenas y deben ser aprovechadas como un colchón que amortigua la caída que ya viene. También se vive violencia, desamparo y desprotección, como lo vivieron algunos miembros del caserío conocido como El Jordán, cuyas casas y tierras debieron abandonar cuando se opusieron al impuesto y las exigencias de los grupos armados ilegalmente. Algunas ruinas pueden apreciarse en el camino, restos de una base de guarda parques, un refugio y una carretera que recibían con entusiasmo las visitas de los amantes de los bellos paisajes, ruinas de vidas pasadas, ruinas de sueños y bases construidas con el sudor de la frente y las ampollas de las manos.
El senderismo, el campismo y la laguna, conforman el componente turístico del parque, ese toque seductor. La gente viene de muy lejos a medirse ante la montaña que ofrece senderos truncados y empinados, te castiga con rocas y pendientes de 60°. Algunos incluso se doblegan ante las alturas, que llegan por encima de los 4.000 msnm, y las temperaturas que pueden ser de algunos grados bajo cero en las madrugadas, sumadas a los fuertes vientos y tenues lluvias que disminuyen la sensación térmica y te arrebatan el calor corporal.
Pero si puedes superar los obstáculos, si no le temes a lastimar un poco tus tobillos y rodillas, si no te incomoda el suelo frío de la noche, disfrutarás verdaderamente de la vida y sus retos, de las naturales virtudes que el camino te ofrece para llevarte hasta el paraíso que pocos conocen, que muchos desean conocer, pero que aún más pocos se atreven a entender. Sólo después de largos trayectos verás los majestuosos colores de un atardecer, que no sé si por cansancio o lejanía, se observan aún más vívidos cuanto más lejos has llegado para verlos. Déjate cautivar por los colores que en el viento cantan, aquellos que de niño soñabas ver cuando Pocahontas te dijo que existían, deja que la magia de un valle, un río y unas cuantas rocas te lleve donde pocos humanos han estado.
Condor´s Shortcuts
I know of those who put their effort to travel along the condor routes at Los Nevados National Natural Park; a place which awaits for traveler?s steps that feed its histories and legends with the majestic immensity covering its peaks and valleys.
But there are unfinished routes, unknown shortcuts, paths that open only to those who follow them. This is not the history of popular tourism at The Park, it is the history of one of the ways to find it. Here, dear friends, I talk about the route that leads us to the hydric treasure at the city of Pereira departing from El Cedral, crossing the rural district of El Jordán and following the riverbed of Otún, which bathes and nourishes its children.
The trip starts with a 2-hour journey on a traditional chiva from Plaza Cívica Ciudad Victoria in Pereira to the tropical humid forest at El Cedral (from 1.450 msl to 2.000 msl). From this point and on, there?s no cellphone signal and the path closes for vehicles. Humans and animals alike have the privilege of being the only visitors of a route that is hanging in time. Used by settlers to conquer mountains and indigenous inhabitants which lived prior to the times of civilization.